Héroes sin nombre

“Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor.”

HECHOS 11:20-21

La historia de la iglesia de Antioquía, una de las más influyentes del cristianismo primitivo, no comenzó con Pablo ni con Bernabé, como a veces pensamos. Comenzó con hombres sin nombre. Hombres normales de Chipre y Cirene, desplazados por la persecución que prosiguió al martirio de Esteban. Nos dice en Hechos 11 que ellos vieron la necesidad de las personas y no se dejaron llevar por las fronteras étnicas, culturales y religiosas. Por esa razón, hablaron del Evangelio a los griegos que se encontraban en Antioquía. 

No buscaron reconocimiento, ni fueron enviados oficialmente. Solo vieron la necesidad espiritual de los demás y actuaron. Y Dios bendijo su obediencia: “la mano del Señor estaba con ellos, y muchos creyeron” (v.21).

Curiosamente, la fama y el crédito histórico muchas veces se asocian con Bernabé y Pablo, que  llegaron allí después para enseñar, consolidar y liderar. Pero si miramos con los ojos del cielo, el inicio fue la visión sencilla y valiente de estos creyentes anónimos. 

Esto nos recuerda que el Reino de Dios no depende de títulos ni de plataformas, sino de corazones dispuestos. Dios bendice la fe que ve más allá del yo, que se mueve hacia el necesitado, aunque nadie recuerde su nombre. Y mientras unos reciben las medallas, otros acumulan tesoros invisibles en el cielo.

Como estos hombres, somos llamados a compartir la esperanza gloriosa de la vida eterna que Dios nos ofrece en Cristo Jesús con todos los hombres y mujeres, sin dejarnos llevar por prejuicios de ningún tipo. El Dios del cristianismo es un Dios misionero que se humilla y se encarna para salvarnos. Siguiendo su ejemplo, nosotros debemos dejar nuestro egoísmo y nuestra comodidad para salir a buscar a todos los necesitados. No importa si recibimos reconocimiento o no de nuestro trabajo por el Señor. La gloria siempre debe ser para Él. Pero no debemos olvidar que Dios bendice la fe que obra por amor a Él y a los demás. 

Nuestra iglesia tiene esta semana la posibilidad de compartir con los ciudadanos de Béjar, el tesoro que hemos recibido de Dios: las buenas noticias de que Dios ha enviado a su Hijo Jesús para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Nuestra oración es que la mano de Dios nos acompañe para llevar esta esperanza a muchos.

antonio diu